Las redes sociales
en Ecuador se han convertido, en estos días, en la vía de protesta de mujeres, hombres
cómplices y organismos que repudiaban el
contenido machista y sexista expuesto en una valla publicitaria en la ciudad de
Loja. ¿Qué describía el anuncio? Una mujer que sostenía con sutileza en su mano
un pedazo de carne mientras la sangre, que vertía de la res, manchaba su cuello
y parte de su brazo. La imagen nos
interpelaba con el siguiente texto: “tenemos el mismo sabor”. Würstchen, tienda
de carnes.
El rechazo hacia
esta imagen, que ha sido justificada por sus dueños como “una estrategia de venta” para dar a conocer
la empresa y lo que ofrece, ha sido compartido también desde la plaza común que
es el observatorio de comunicación ciudadana. Desde los medios de comunicación,
y la publicidad que es una herramienta para su sostenibilidad, no se puede
concebir a la mujer como un “objeto”, ni como el enganche que generará consumo
para el beneficio de los sectores económicos ni para ninguno.
La valla fue
retirada de la ciudad y con ello el regocijo de quienes luchamos porque no se
vulnere nuestro humanismo, pero ¿por qué permanecemos inmóviles ante esta misma
violencia simbólica expuesta en las calles y avenidas a través de pancartas con
candidatas a reina de la ciudad o de alguna institución?
La violencia
simbólica, como lo argumenta Pierre Bourdieu, es un tipo de violencia amortiguada,
insensible e invisible para sus propias víctimas que se ejercen esencialmente a
través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del
conocimiento.
Podríamos
reflexionar un poco más, el anuncio de la empresa de cárnicos nos parece
grotesco, y lo es pero ¿qué nos parecen los carteles que se exponen en las localidades con imágenes estéticamente
bien cuidadas donde la mujer se proyecta para ganar un concurso? ¿no apunta a
lo mismo? ¿no se cosifica a la mujer?... A lo mejor tanta violencia machista en
sus diversas formas nos ha cegado y sigue primando por nuestra pasividad
social.
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