Nos llena de dolor e indignación
el asesinato de otra mujer a manos de su pareja, la tercera en la ciudad de Milagro
en lo que va de año. Otros seis hijos huérfanos. Otro hombre que creyó que la
mujer era de su propiedad. Otro hombre que no pensó ni en sus hijos. Otro
hombre que no ha pensado en su familia. Solo en sí mismo. Un Estado que no supo
proteger a una mujer que tenía una boleta de auxilio. Unos vecinos que
presenciaron los maltratos y no intervinieron. Una ciudadanía que se mantiene
en silencio asumiendo con normalidad la tragedia, sin salir la calle, sin
levantar la voz. Y unos periodistas, de la misma ciudad, que se regocijan en
los detalles de la escena del crimen y en el dolor de la familia, sin respetar nada.
Si esta mujer hubiese sido
asesinada en una de las ciudadelas de Samborondón, ¿el tratamiento informativo
hubiese sido el mismo? Aún retumban en nuestros oídos los gritos y los llantos desgarradores
de los niños llamando a su madre ante su cuerpo tirado en la calle. ¿Hubiesen
sido tan valientes los periodistas para difundir, a través de medios o redes,
las imágenes de la víctima, su cédula, las caras de los niños, las
explicaciones dramáticas del padre y de la madre si la víctima fuese de una
clase social elevada y manejase plata? ¿Hubiesen sido tan valientes sabiendo
las penalizaciones que el periodista puede tener por no respetar el derecho a
la imagen, a la intimidad y el respeto a la dignidad de las víctimas?
¡Qué bien! Los periodistas han llegado los primeros al escenario del crimen. Han sacado imágenes del cuerpo tirado en la calle y rodeado de sangre. Han conseguido declaraciones del papá y de la mamá. Han conseguido audios que se clavan como navajas por el dolor que muestran. Han espectacularizado el dolor. Lo han convertido en circo. Han difundido videos en directo desde el lugar del asesinato y también desde el velatorio. ¿Y ahora qué? ¿Cuántos likes han conseguido? ¿Cuántas veces han compartido su noticia? ¿Cuántas han reproducido los videos? Y hoy, el día después, ¿qué queda de todo eso?
¡Qué bien! Los periodistas han llegado los primeros al escenario del crimen. Han sacado imágenes del cuerpo tirado en la calle y rodeado de sangre. Han conseguido declaraciones del papá y de la mamá. Han conseguido audios que se clavan como navajas por el dolor que muestran. Han espectacularizado el dolor. Lo han convertido en circo. Han difundido videos en directo desde el lugar del asesinato y también desde el velatorio. ¿Y ahora qué? ¿Cuántos likes han conseguido? ¿Cuántas veces han compartido su noticia? ¿Cuántas han reproducido los videos? Y hoy, el día después, ¿qué queda de todo eso?
¿Han conseguido, ustedes periodistas, concienciar con este tratamiento de la información en el
grave problema del femicidio en Milagro? ¿Nos han dicho cuántas mujeres han
sido asesinadas en la ciudad en lo que va de año? ¿Les han dado a conocer a
otras mujeres en la misma situación qué recursos tienen para poder escapar de
un maltratador? ¿Han denunciado lo que las instituciones no hacen? ¿Han
analizado por qué una mujer puede ser asesinada en plena calle unos días
después de pedir boleta de auxilio y sin mayores medidas de protección? ¿Han
analizado por qué una mujer puede ser maltratada por su marido durante veinte
años con los silencios cómplices de todo el mundo? ¿Los periodistas han
investigado por qué ocurren estas situaciones? ¿Han hecho algo por poner en el
debate público la violencia contra las mujeres?
Porque, no lo olvidemos, la violencia contra las mujeres, en mayor o menor medida, la sufrimos todas. Ayer fue una chica de 35 años, madre de seis hijos. Mañana puedes ser tú, mujer, cuando paseas por la calle o vas a recoger a tus hijos al colegio.
Porque, no lo olvidemos, la violencia contra las mujeres, en mayor o menor medida, la sufrimos todas. Ayer fue una chica de 35 años, madre de seis hijos. Mañana puedes ser tú, mujer, cuando paseas por la calle o vas a recoger a tus hijos al colegio.