miércoles, 7 de agosto de 2019

Los concursos de belleza: levantando la alfombra

La eliminación de los reinados de belleza en 5 municipios de Ecuador ha levantado voces a favor y en contra de la continuidad de estos certámenes en el país. El Observatorio de Unemi, convencido de la necesidad de construir una sociedad más equitativa y sin expresiones patriarcales, aplaude y apoya la decisión de estos municipios que han decidido terminar con los concursos de belleza, promotores de conductas patriarcales en la sociedad.

Quito, Latacunga, Loja, Ibarra y Otavalo, como lo publica diario El Comercio, han eliminado en este año los concursos como parte de la política de revalorización a las mujeres desde otros espacios, y también como una forma de usar el fondo público en más obras para las ciudades y no en los certámenes de belleza.

La eliminación de los reinados de belleza rompe con una tradición en Ecuador desde el siglo XX y, a propósito de esta decisión, en las redes sociales y en los medios de comunicación locales y nacionales se leyeron diferentes argumentos que apoyaban y rechazaban los reinados.

Los argumentos a favor, expuestos en redes y en las webs de los medios de comunicación, defienden la continuidad de los concursos y se afianzan en dos aristas. La primera sostiene que los certámenes de belleza forman parte de la cultura de Ecuador y que esta tradición debe mantenerse porque nos representa como ecuatorianas y ecuatorianos. Conjuntamente con este discurso se erige otro: la capacidad intelectual de las candidatas sí se valora a través de la presentación de un proyecto social (uno de los requisitos para que ellas participen en el certamen).

A continuación, citamos algunos comentarios que se leen en los diarios El Comercio y Extra, respectivamente:

La imagen de la soberana ayuda en las campañas de promoción turística y cultural de la capital azuaya” Cristina Ortega, Reina de Cuenca.  

 “Es un símbolo de ayuda social en Guayaquil y la corona es un aval que permite multiplicar el efecto de los programas sociales”. Tahiz Panus, directora de la organización Reina de Guayaquil. 

 “Es un trabajo por un año ad honorem, en el que hay que dejar a un lado su trabajo, su familia y sus estudios y dedicarse a trabajar por la ciudad (...) me parece injusto que el Reina de Quito se quiera eliminar cuando nos hemos destacado por trabajar de día y de noche por representar a la ciudad”, Gabriela Galárrraga, ex Reina de Quito 

Desde el Observatorio de Comunicación de Unemi queremos expresar nuestra opinión a través de este espacio de reflexión que es nuestro blog. Consideramos, en primer lugar, que en estos concursos las mujeres son valoradas por su aspecto físico. Ellas son elogiadas o vituperadas si cumplen o no, respectivamente, con el arquetipo de belleza impuesto por una estructura social y política basada en el patriarcado.

Los reinados de belleza, como “tradición cultural de Ecuador”, es un falso argumento en defensa de los concursos. ¿De qué tradición propia de Ecuador estamos hablando cuando los certámenes de belleza son eventos que se realizan a nivel mundial desde el siglo XX? No obstante, lo que sí está arraigado culturalmente en nuestro país, es un sistema patriarcal que oprime a las mujeres, haciendo que vivan todo tipo de violencia. Lo propio de Ecuador, es la cosificación que el capitalismo hace de las mujeres.

Es decir, la cosificación de la mujer mueve mucho dinero, incluso en las ciudades empobrecidas. Pensemos en que cada zona, por más pequeña que sea, tiene su reina, cuya imagen es utilizada en vallas publicitarias como enganche para el “turismo y la cultura de la ciudad”. Las jóvenes son, en definitiva, la carnada para atraer ese dinero. Se mueve dinero en publicidad, patrocinios, aportaciones del público y también el esfuerzo económico de las propias candidatas y sus familias que llegan a endeudarse para poder participar.

Lo que ninguna de las reinas ha recordado es que el esfuerzo familiar y de inversión económica que se hace durante todo el período de preparación del concurso y el posterior reinado, tiene como finalidad obtener un mundo de relaciones que les va a abrir las puertas cuando, un año después, el reinado termine. Así que, no se trata de un desinteresado voluntariado ad honorem, sino de una estrategia vital para garantizar un futuro mejor.

De ahí que el haber sido reina sea un mérito que se resalte en los propios currículums de trabajo. En resumen, el reinado tiene como meta, no explícita, un cambio de estatus social y la apertura a un mundo de relaciones al que sería imposible acceder sin la corona del reinado.

Sobre el argumento de que la capacidad intelectual de las candidatas sí es valorada con un proyecto social, nos preguntamos ¿Qué significa “capacidad intelectual para desarrollar un proyecto social” cuando hablamos de jóvenes que acaban de salir de la adolescencia? Exigirles capacidad intelectual en realidad es solo una tapadera para disimular la cosificación que se hace de ellas, y los beneficios que reporta a los organizadores. Al igual que se utilizó como tapadera en junio de 2018 en la Unemi, el etiquetar como concurso de trajes reciclados a un concurso, que, en realidad, era un concurso de belleza.

Y es que la realidad es mucho más sencilla que todo eso. Sin velos, sin tapaderas, los concursos de belleza son la explicitación de una sociedad patriarcal que convierte a las mujeres en objetos de deseo y de recreación para la mirada masculina. Como si fuesen ganado en un mercado.

A través de los concursos de belleza se sigue fomentando la desigualdad estructural entre mujeres y hombres. La Ley para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres (2018), en sus párrafos introductorios rememora lo planteado por la Asamblea Nacional en el 2017.
 “[...] persuadir a la Función Ejecutiva a que fortalezca sus planes, programas y acciones a favor de la erradicación de toda forma de violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres, con especial énfasis en el sector educativo; así como solicitar a la sociedad en general se convierta en actora fundamental en el proceso de transformación de patrones socioculturales que mantienen la discriminación y violencia hacia las mujeres.

Recordemos como en el 2015 la Defensoría del Pueblo de Ecuador en rechazo a toda conducta machista, de violencia y vulneración de derechos, emitió una Resolución Defensorial en la cual “exhorta a que los organizadores de los eventos Niña Ecuador y Miss Teen Ecuador no realicen más concursos de este tipo y a que retiren de la web (página oficial y redes sociales) las fotografías e imágenes sensualizadas que atentan contra la intimidad de las niñas y adolescentes”.

La eliminación de los concursos de belleza en las 5 municipalidades ecuatorianas nos impulsa, como docentes y ciudadanas comprometidas con la igualdad entre hombres y mujeres, a continuar, desde nuestro espacio en la lucha contra todo tipo de violencia hacia las mujeres, rescatando el modelo de estos municipios para que, desde la universidad, también, se diga NO a la cosificación de las mujeres.

Para finalizar esta entrada, y continuar con el debate, nos permitimos recomendar la película Miss Little Sunshine, para ver, desde otra perspectiva, lo que traen consigo los certámenes de belleza.